El otro día realizando la forma Siu nin tao sucedió algo que hasta ahora no me había pasado haciéndola, ¡¡desapareci!!, no en el sentído literal de la palabra, sino que hubo un momento que la forma se hacía que no había nadie que la realizara, lo que en Taoismo se llama Wei wu wei (hacer sin quien haga). Había movimiento, pero no quien lo hiciera, había forma, pero no quien la realizara, sujeto y objeto erán uno, los pensamientos desaparecierón, el vacio ocupó todo el espacio y todo se ralentizó.
Quien crea que la Siu nin tao es la primera y la más básica de las formas de Ving Tsun está muy equivocado, es la más difícil, la más profunda la más espiritual de las formas. Cuando comienzas en Ving Tsun es fácil que cuando estás realizando la forma te marches una y otra vez con tus pensamientos y no prestes atención a lo que haces, más adelante la forma se convierte en objeto de atención y te fijas en cada uno de los pequeños detalles que contiene para finalmente que la forma y tu seais uno fluyendo en el TAO.
Hace ya tiempo que mi camino en las artes marciales va más encaminado a conseguir que cada ejercicio, cada movimiento, cada forma, se acerquen lo máximo posible a la práctica de la meditación. Para ello es esencial que nos aliemos con el EGO, ese gran enemigo al cual es imposible vencer. Durante tiempo he intentado deshacerme de el, y cuanto más luchaba contra el más fuerte se hacía, tan solo cuando he aprendido a convivir con el es cuando todo se ha hecho más sencillo, más fácil, más gratificante, ahora es cuando realmente he aprendido a disfrutar de lo que hago, de lo que enseño.
Por ello insisto tanto en animar a todo el mundo a que practique meditación. Las artes marciales siempre han ido de la mano de la meditación, como por ejemplo los monjes shaolin y el budismo zen, los samuráis y el bushido, artes marciales como el Kyudo o el Iaido son ejemplo de la máxima expresión del zen aplicado a las artes marciales.
Tomemos como ejemplo este cuento de Chuang Tzu:
Cuando el arquero dispara gratuitamente, tiene con él toda su habilidad.”
Cuando dispara esperando ganar una hebilla de bronce, ya está algo nervioso.
Cuando dispara para ganar una medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos.
Su habilidad no ha cambiado pero el premio lo divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute de disparar.
Quedan apegadas allí, en su habilidad, las energías que necesitaría libres para disparar.
El deseo del triunfo y el resultado para conseguir el premio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la armonía y el goce.”
¿a quien queremos vencer?
– no hay nadie a quien vencer.
Gracias por vuestra atención.